Irán experimentó uno de los eventos políticos más significativos de su historia moderna en 1979. El 1 de abril, el Sha de Irán, un aliado de Occidente, fue depuesto por una revolución liderada por el ayatolá Ruhollah Khomeini, un religioso musulmán chiíta. La revolución fue apoyada por una amplia variedad de ciudadanos, incluidos estudiantes, trabajadores, comerciantes y otros estratos de la sociedad iraní.
Las protestas populares comenzaron en enero de 1978 en respuesta al descontento generalizado con la administración del Sha, quien había liderado un régimen autoritario y corrupto que violaba los derechos humanos y ampliaba la brecha entre ricos y pobres. Las protestas estallaron en todo el país y fueron reprimidas con brutalidad por las fuerzas de seguridad controladas por el Sha.
La revolución llegó a su punto culminante en febrero de 1979, momento en que las fuerzas de Khomeini tomaron control del país. El Sha huyó de Irán y Khomeini regresó del exilio para establecer un nuevo régimen teocrático en el país. La nueva administración eliminó muchas instituciones seculares y reemplazó a los líderes del ejército y la policía con fundamentalistas islámicos.
El nuevo régimen rápidamente se enfrentó a desafíos internos y externos. Internamente, grupos minoritarios como los kurdos y los baluchis comenzaron a resistirse a la represión del régimen. Externamente, la administración se enfrentó a la oposición internacional liderada por Estados Unidos, que había perdido a un importante aliado en la región. Los ciudadanos estadounidenses también se convirtieron en blanco de la administración iraní después de que Washington acogiera al Sha en exilio, lo que llevó al famoso incidente de los rehenes de la embajada estadounidense en Teherán.
Aunque la revolución de 1979 tuvo consecuencias significativas para Irán y la región, muchas de las promesas que hizo Khomeini a sus seguidores no se materializaron. El nuevo régimen se enfrentó a varios problemas económicos y políticos, y la represión del régimen se intensificó en los años siguientes. Sin embargo, la revolución sigue siendo un hito en la historia iraní y ha moldeado la política y la sociedad del país durante décadas.
Antes de la revolución de 1979, Irán era un país con una monarquía constitucional liderada por el Shah Reza Pahlavi. El país gozaba de cierta estabilidad política y económica, gracias en gran parte a la producción y exportación de petróleo.
El Shah Pahlavi impulsó un programa de modernización y desarrollo, que transformó a Irán en un país industrializado y moderno. Se construyeron carreteras, se mejoró la infraestructura de transporte y se modernizaron los sistemas de salud y educación.
La sociedad iraní también experimentó cambios significativos. Con la modernización, las mujeres obtuvieron más derechos y libertades, lo que se reflejó en su participación en la vida pública y en el mercado laboral. También se crearon leyes que permitieron la creación de sindicatos y asociaciones civiles.
Es importante señalar que, aunque la economía iraní era relativamente estable, la riqueza estaba concentrada en manos de una élite poderosa, lo que generó desigualdades y tensiones sociales. Además, el régimen del Shah Pahlavi era criticado por ser autoritario y represivo, y por mantener estrechos lazos con Estados Unidos.
En resumen, Irán antes de 1979 era un país moderno y desarrollado, pero con una estructura social y política que generaba desigualdades y tensiones. La revolución de ese año transformaría profundamente a la sociedad y la política iraní, dando lugar a un régimen teocrático liderado por el Ayatollah Ruhollah Khomeini.
En 1979, el líder de Irán era el Sha Reza Pahlavi, miembro de la dinastía Pahlavi que gobernaba el país desde 1925. Sin embargo, su gobierno fue marcado por la corrupción, la represión política y la desigualdad social, lo que llevó a un aumento del descontento entre la población.
En febrero de ese año, la Revolución Islámica liderada por el Ayatolá Jomeini logró derrocar al Sha y establecer un nuevo régimen islámico en Irán. Jomeini se convirtió en el líder supremo del país y estableció una teocracia basada en los principios del islam chiíta.
El nuevo gobierno implementó cambios radicales en la sociedad iraní, incluyendo la prohibición de ciertas prácticas culturales occidentales y la aplicación de la sharia (ley islámica). También nacionalizó empresas y propiedades que pertenecían al Sha y a su familia, lo que llevó a tensiones con Estados Unidos, que había apoyado al gobierno derrocado.
Desde entonces, Irán ha sido gobernado por un sistema islámico basado en la figura del líder supremo y un presidente elegido por votación popular. A lo largo de las décadas, el país ha enfrentado desafíos internos y externos, incluyendo sanciones económicas y conflictos con países vecinos y potencias internacionales.
En 1980, Iran sufrió un gran cambio político conocido como la Revolución Iraní. Este evento tuvo lugar después de muchos años de gobierno del Shah Mohammed Reza Pahlavi que, según muchos ciudadanos iraníes, era opresivo y no permitía la libertad de expresión ni de elecciones libres.
En enero de ese año, el Ayatolá Ruhollah Khomeini regresó a Irán después de vivir en el exilio durante muchos años en París. Khomeini fue recibido con júbilo y muchas personas lo veían como el líder que podría traer cambios al país.
Poco después, se declaró una huelga general en protesta contra el Shah y su gobierno. La situación se intensificó cuando las fuerzas armadas irrumpieron en la universidad de Teherán y mataron a varios estudiantes. Esto desencadenó una serie de protestas y disturbios en todo el país.
Finalmente, en abril de 1980, el Ayatolá Khomeini estableció una nueva forma de gobierno, conocida como la República Islámica de Irán, y el Shah fue destituido. Khomeini se convirtió en el nuevo líder de Irán y comenzó a implementar políticas destinadas a establecer una nación islámica según los principios chiítas.
La Revolución Iraní tuvo un gran impacto en la política mundial, ya que fue uno de los eventos más significativos del siglo XX en cuanto a cambios en la política y la cultura.
El 4 de noviembre de 1979, un grupo de estudiantes iraníes asaltaron la embajada de los Estados Unidos en Teherán y tomaron como rehenes a 52 diplomáticos y ciudadanos estadounidenses.
Este evento conocido como "La crisis de los rehenes en Irán" duró 444 días, convirtiéndolo en uno de los episodios más tensos y polémicos de la historia entre Estados Unidos e Irán.
El secuestro de los ciudadanos estadounidenses fue en respuesta a la decisión del gobierno de Estados Unidos de permitir el ingreso del derrocado Shah de Irán para recibir tratamiento médico, lo que enfureció al pueblo iraní.
A pesar de los esfuerzos diplomáticos y los intentos de rescate por parte del gobierno de Estados Unidos, la crisis no llegó a su fin hasta el 20 de enero de 1981, cuando el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, entregó el poder a Ronald Reagan y los rehenes fueron finalmente liberados.