La Unión Soviética, liderada por Leonid Brezhnev, invadió Afganistán en 1979 en un intento de expandir su dominio sobre Oriente Medio y Asia Central.
El gobierno afgano de ese momento era liderado por Mohammed Najibullah, quien había obtenido el poder tras un golpe de Estado apoyado por la Unión Soviética en 1978. Sin embargo, la situación en Afganistán era inestable debido a la oposición de grupos insurgentes (llamados muyahidines) que se oponían a la presencia soviética en el territorio.
El objetivo de la invasión era fortalecer el gobierno prosoviético en Kabul y derrotar a los grupos rebeldes que se oponían a él. Además, la Unión Soviética buscaba ampliar su influencia en el Medio Oriente para contrarrestar la presencia de Estados Unidos en la región.
Sin embargo, la invasión fue vista como una amenaza por parte de Occidente y muchos países, incluido Estados Unidos, reaccionaron con sanciones económicas contra la Unión Soviética.
La guerra terminó siendo costosa tanto en términos humanos como económicos para la Unión Soviética y se convirtió en un momento decisivo en la historia del país, ya que socavó el prestigio y la confianza en el liderazgo soviético y contribuyó a la caída del régimen comunista.