En 1978, se produjo un golpe de estado en Afganistán liderado por el partido pro-soviético PDPA. Este hecho desencadenó la Guerra Civil en el país, ya que los grupos opositores empezaron a luchar contra el Gobierno.
Con el objetivo de proteger sus intereses en esta región estratégica, la Unión Soviética decidió intervenir militarmente en diciembre de 1979. De esta manera, se involucraron en el conflicto para dar apoyo al Gobierno afgano.
La intervención militar soviética tenía como objetivos principales asegurar el poder del Gobierno comunista, evitar la posible propagación de la influencia islámica y proteger las rutas de suministro de petróleo hacia Occidente. Además, le permitía a la Unión Soviética extender su dominio en Asia Central.
Por otro lado, Estados Unidos y sus aliados occidentales, consideraron la intervención soviética una amenaza para su seguridad y para la estabilidad mundial. Por lo tanto, iniciaron operaciones encubiertas y armaron a los grupos opositores afganos (los muyahidines) para enfrentarse al Ejército soviético.
El conflicto duró diez años y dejó miles de muertos y heridos. Finalmente, el Ejército soviético decidió retirarse de Afganistán en 1989, tras no haber logrado establecer la paz en el país.
La intervención soviética en Afganistán fue una de las decisiones políticas más controversial de la Guerra Fría, y tuvo un impacto significativo en la política internacional de la época.
Rusia tuvo una presencia activa en Afganistán durante la década de los 80, con su participación en la guerra que azotaba al país. La Unión Soviética buscaba principalmente expandir su influencia en la región, asegurarse el acceso a los recursos naturales y consolidar su hegemonía sobre los países vecinos.
Además, la presencia de los soviéticos en Afganistán buscaba controlar la situación política en un momento de gran inestabilidad y conflicto armado. El gobierno comunista afgano estaba en peligro de ser derrocado por la insurgencia, y la Unión Soviética intervino para protegerlo y restablecer la estabilidad en la región.
Cabe destacar que la intervención soviética en Afganistán fue vista como una amenaza por parte de otros países, especialmente los Estados Unidos, quienes promovieron la formación de grupos armados que combatieran a los soviéticos. Esta situación derivó en una guerra fría en el país, con consecuencias nefastas para la población civil y las fuerzas militares que participaron en el conflicto.
En definitiva, la intención de Rusia en Afganistán era asegurar su influencia política y económica en la región, pero la intervención militar desembocó en una situación insostenible que se prolongó por años y dejó un balance trágico en términos humanos y económicos.
El conflicto en Afganistán comenzó en 1979 cuando la Unión Soviética invadió el país para apoyar al gobierno afgano comunista frente a los grupos de insurgencia que luchaban por el poder.
El conflicto continuó durante la década siguiente con la resistencia afgana respaldada por Estados Unidos y otros países. Cuando los soviéticos se retiraron en 1989, se inició una lucha por el poder entre diferentes facciones afganas que llevó a la ascensión de los talibanes a fines de los 90.
En 2001, después de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos, el gobierno estadounidense acusó a los talibanes de albergar a Al Qaeda y proporcionar refugio para la planificación de los ataques. Como respuesta, una coalición liderada por Estados Unidos invadió Afganistán y derrocó el régimen talibán en un mes de campaña militar aérea y terrestre.
Desde entonces, el conflicto se ha prolongado durante dos décadas, involucrando a miles de tropas internacionales, grupos insurgentes y gobiernos afganos. La inestabilidad política, la presencia de grupos insurgentes y la violencia han afectado la vida de millones de afganos, y a menudo los civiles han sido el principal blanco de la violencia.
En 2020, un acuerdo de paz entre Estados Unidos y los talibanes marcó un hito en el conflicto, aunque la situación sigue siendo tensa y Afganistán enfrenta muchos desafíos políticos, económicos y sociales por delante.